miércoles, 6 de mayo de 2015

1.- Berenjenas con miel de caña





Entre los latinos, la berenjena no gozaba de muy buena prensa y la llamaron insanum malum porque, según ellos, esta hortaliza engendraba melancolía y alteraciones anímicas. También recibió el nombre de amoris poma porque altera al hombre provocándole lujuria, es decir, tenía poderes afrodisíacos. El caso es que el nombre de la berenjena nos ha llegado a través de los árabes, como buenos hortelanos que eran.

El refranero denuesta a la berenjena con una afirmación rotunda: La berenjena, para nada es buena. Y aunque alimenta poco, -una berenjena, ni hincha ni llena-, remedia el hambre -más vale berenjenas en almodrote que andar con la panza al trote.

La forma más sencilla de comerla es frita, simplemente enharinada o rebozada en huevo. Si además le añadimos un chorreón de miel, de caña o negra, entramos en el terreno de lo arábigo-andaluz con la mezcla de sabores contrarios: lo salado y lo dulce.

La creencia popular dice que en el tiempo de la berenjena (verano y principios de otoño) es una época en la que se suele caer el pelo. Cualquiera que haya sembrado y cultivado un huerto, no entenderá bien el dicho aquel de meterse en un berenjenal como sinónimo de apuro, lío o asunto complicado del que no se sacan más que perjuicios. 

Unos consejos: al comprarlas prefiera las que tengan forma alargada, como de pera, y que estén brillantes. Se conservan mal, por lo que conviene consumirlas rápidamente; si las piensa pelar, no lo haga con demasiada antelación, ya que su pulpa se volvería oscura.

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